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USADA POR TODOS

Tenía un día de esos donde te sientes asexual, sólo piensas en tus quehaceres diarios y no te paras a pensar que lo que te rodea son, en su mayoría, hombres.

A mí me da igual que en mi campo profesional la mayoría sean chicos, hombres, señores... porque normalmente no tengo ninguna intención de hacerme notar como mujer. No me gusta el machismo ni el feminismo en el ámbito laboral o estudiantil.

De hecho, es probable que en el trabajo alguien piense que soy una sosa sexualmente. No me importa, porque fuera de él soy distinta. No necesito demostrarle nada a nadie, al menos nada que no tenga que ver con mis capacidades intelectuales.

Teníamos una reunión sobre un proyecto importante. Un cliente muy conocido había decidido abandonar a su antiguo proveedor de servicios y soluciones para pasarse a la competencia, así que queríamos hacerlo lo mejor posible, para que vieran que calidad-precio somos insuperables. Un error hubiera sido fatal, así que eligieron a dos jefes de proyecto: a mí y a un compañero. El resto, eran otros cinco hombres, de los mejores. Nos sacaron a todos de otros proyectos y nos pusieron a trabajar en conjunto. Una vez estuviera todo definido y aceptado, podríamos relajarnos un poco.
Allí estuvimos hasta la 1 de la mañana, en la sala de juntas, poniendo cosas en común y haciendo un brainstorming, como se suele llamar. Me entregué a aquello porque supondría un gran aumento de sueldo para mí, además de una satisfacción personal. No obstante, desde las 8 de la mañana llevábamos en la oficina y yo estaba muerta por irme a casa, dormir y pegarme una ducha relajante. Lo que peor llevaba es que al día siguiente tenía que entrar de nuevo a las 8, así que no me iba a dar tiempo ni a dormir suficiente.
Ya estábamos a punto de zanjar la reunión, cuando la vena que se les despierta a algunas personas de madrugada empezó a florecer en algunos de mis compañeros. Se empiezan a comportar de forma juerguista, soltando bromas, creyéndose que están saliendo de marcha y ligando, en lugar de en el trabajo con sus compañeros y compañera (es decir, yo).
Éramos ya los únicos que quedaban en todo el edificio, a parte del guarda de seguridad, que estaría monitorizando todo el movimiento de las cámaras en la sala de la entrada a la planta baja.
Me empecé a sentir incómoda porque faltaba menos de un suspiro para que se dieran cuenta de que no era una reunión de 7 hombres, si no de 6 hombres y una mujer. En ese mismo momento peligraría mi integridad como co-jefa del proyecto. En realidad empecé a sentir un poco de miedo irracional. Sabía que todos ellos tenían más de dos dedos de frente, pero también sabía que había un trozo de carne, dentro de los pantalones, que a veces llevaba la voz cantante.
De hecho, a uno ya se le había ocurrido sacar unos vasos de plástico y un licor que guardaba en su armario.
- Bueno, parece que hoy hemos avanzado bastante – dije – así que me voy a ir yendo, que mañana entramos pronto.
- Mírala, ya se quiere ir para estar mañana despierta y sin ojeras. Susi, quédate un poco más y brinda con nosotros. Por los viejos tiempos.
El que dijo eso era el único compañero de ellos que había venido conmigo a la universidad y el único que sabía algunas historias sobre mí algo comprometedoras. Hasta hoy se había portado bien porque nos unía una profunda amistad, pero temía que el alcohol y los demás le tiraran de la lengua demasiado. Encima me había llamado Susi: se había tomado una licencia innecesaria dentro del trabajo, donde todo el mundo me conocía como Susana, e incluso algunos sólo conocían mi apellido. Me hirvió la sangre y me entraron unas ganas locas de huir despavorida.
- Es tarde ya, "Porreta", quizá en otro momento… – recalqué el nombre que le daban en la universidad con un retintín que sonaba mejor en mi cabeza.
Supe, por sus miradas, que nuestra pequeña riña de dos frases había sido entendida por todos los allí presentes, así que me sentí aún más cansada y con ganas de que me tragara la tierra. Ahora mismo tenía dos opciones. La primera, irme a casa y esperar que mañana Enrique (que así se llamaba) hubiera mantenido la boca cerrada. La otra era quedarme con ellos y mantenerle la boca cerrada por mis propios medios. Por el bien de mi reputación, preferí la segunda, aunque hoy quizá me debería haber arrepentido.
- Venga, Susi – dijo, esta vez Antonio, el otro co-jefe – quédate un rato y brindemos.
- Está bien, pero quiero irme pronto y vosotros deberíais hacer lo mismo.
El licor que había sacado Javier era un licor suave en una botella blanca, pero que se subía rapidísimo a la cabeza. Nos dijo que se lo traía su hermana de algún lugar de África, junto con un picante también muy bueno. "Qué cosas más raras" pensé, pero ya estaba empezando a hacerme efecto el brindis y ya me sentía algo mareada. El proyecto se había quedado aparcado y aquello parecía el bar de la esquina. Por suerte ninguno de ellos fumaba y no tendría que dar muchas explicaciones al llegar a casa. Pero a ver cómo explicaba el olor dulzón de mi aliento y los ojos con chiribitas.
La conversación se fue focalizando en el sexo, cosa que ya no me desagradaba. Yo seguí, eso sí, callada y observando cómo se desenvolvían seis hombres, casi sin reparar en mi presencia o tratándome como uno de ellos. El único que sabía que yo tenía una vida detrás era Enrique y yo estaba esperando a que me mencionara solamente para cortarle tajantemente.
Cuando Enrique empezó a hablar de mí, yo miraba maravillada cómo se movían sus labios y salían las palabras a través de su boca. Todos se divertían muchísimo y parecía que no estuviese hablando de mí, supongo que porque el alcohol ya había hecho estragos en mi capacidad moral.
- Ahí donde la veis, tan mojigata, tan mujer de hielo, tan… - me miró – tan ella, en realidad es una tía de puta madre. Cuando estábamos en la facultad, salía mucho de marcha con nosotros y creo que llegamos a tener un pequeño roce… em… bueno más que como amigos, ¿verdad Susi?
Cuando todas las miradas se posaron sobre mí esperando una respuesta, yo apenas podía articular palabra y asentí manteniendo la compostura. ¡Estaba diciendo que sí había mantenido relaciones con Enrique y no podía hacer otra cosa!
La cara de sorpresa de los otros cinco fue espectacular y empecé a escuchar preguntas de si yo era buena en la cama, si estaba buena sin esa ropa de mojigata y cosas por el estilo.
- Tiene un cuerpazo muy atractivo, de verdad – siguió Enrique – os sorprendería saber que hay debajo de sus trajes serios y sus moños. Además, no sé si debería decirlo…
- ¡Venga dilo! – le animó Javier, que estaba tan borracho o más que los demás. Los otros hicieron un ademán de aplaudir para animarle a que siguiera hablando sobre mí.
- Pues que aún me masturbo pensando en ella.
Se oyeron carcajadas y vítores. En ese preciso instante miré a Enrique de otra manera, entre el mareo que tenía y un poco de lástima por haberme portado tan mal cuando éramos jóvenes.
No sé por qué pero me empecé a excitar al ser el centro de atención, aunque yo seguía muy callada y sonriendo, como si aquello no fuera conmigo.
Antonio se acercó a mí y me susurró que le gustaría verme el cuerpo. Como vio que yo asentía, beoda perdida, siguió subiendo el tono de sus comentarios.
- La verdad es que parece que tienes unas buenas tetas debajo de esa chaqueta.
Empezó a desabrocharme la chaqueta y me la quitó. Todo ello se desarrolló de una manera muy natural. Yo creí que todo era un juego y hasta me estaba divirtiendo. Debajo de la chaqueta apareció una camisa blanca ajustada, algo transparente. No me había percatado hasta ese momento, pero me había puesto un sujetador negro que se veía muchísimo bajo la camisa.
Todos estaban sentados alrededor de la mesa ovalada, algo desordenados ya por tanto alcohol, mirando descaradamente hacia mis tetas. Antonio se atrevió a ir más allá y me abarcó uno de mis pechos con su mano.
- Tío, es verdad, menudas tetas que tiene Susi…
Yo estaba flotando como en una nube y en realidad me daba igual si me desnudaba ahí mismo. En ese momento no era yo y lo veía todo desde un ángulo fuera de mi cuerpo o algo así.
Al ver que yo no me oponía, porque creo que estaban intentando cabrearme, siguió con el peligroso juego. Les pidió a los demás que comprobaran que las tenía naturales y, uno a uno, fueron pasando sobándome los pechos para comprobar su tersura y tamaño.
Con esos pantalones de traje vi enseguida que a muchos de ellos se les empezaba a notar un bulto bajo los pantalones. Estaba excitando a seis compañeros de trabajo y aquello mojaba mis braguitas.
Enrique me miraba con un poco de lástima, pero participaba como los demás en el corro y en las risas. Creo que su polla es la que más había crecido hasta el momento bajo el pantalón.
Siguieron con las bromas y comenzaron a desabrocharme los botones de la camisa. Se quedó abierta, con mis tetas aprisionadas bajo el sujetador negro de encaje que llevaba. Al ver que yo les dejaba tocarme, comenzaron a perder el miedo hacia mí y todos, por turnos o revueltos, quisieron tomar un trozo del pastel.
Enrique y Antonio llevaban la voz cantante, pero Pedro, Javier, Bernardo y Mario seguían de cerca, tocándome. Al final, entre los seis, me tumbaron sobre la mesa ovalada. La única sensación que tuve, además de la excitación creciente, fue de la frialdad de aquella mesa de madera. Unos me quitaban los zapatos, mientras otros soltaban el enganche de mi sujetador. Deslizaron mis pantalones hacia abajo y me dejaron en tanga, también negro.
Así estaba yo, con los ojos cerrados, pero viéndolo todo desde fuera, tumbada en la mesa, con las piernas ligeramente abiertas, toda mi ropa tirada por el suelo y seis hombres adorando mi cuerpo.
- Está buenísima – decían casi al unísono.
Noté manos calientes posándose sobre mi vientre y mis tetas. Algunos se paraban y enredaban sus dedos en mi pelo. Un dedo se introdujo en mi boca y yo lo lamí tímidamente. Alguien me bajó el tanga y no puedo concretar quién fue. Yo estaba abandonada a lo que me quisieran hacer, pero no pensaba participar en nada muy activamente, porque tenía en mí una sensación de estar siendo violada. Siempre me habían dicho que si me violaban, lo mejor era dejarme. Con tantos hombres no creí que necesitaran mi participación.
Doce manos en total recorrieron mi cuerpo, a veces notaba algo húmedo, una lengua, que se pasaba por cualquier parte de mi cuerpo. Una boca me chupó los pies para excitarme, pero a mí eso me hacía cosquillas. Una lengua relamió mi vientre y mi ombligo y varias manos luchaban por aprisionar mis pezones. Noté el frío de estar toda chupada, lamida y mojada. A la vez tres bocas se lanzaron hacia mis tetas, mientras otra recorría mis muslos hasta llegar a mi húmeda rajita.
Yo no podía del placer que ello me estaba dando. Me arrastraron un poco sobre la mesa hasta dejar mi cabeza fuera. Noté cómo se introducían dos dedos dentro de mi boca y me la abrían. Acto seguido una polla se metió en mi boca y empezó a meter y sacarla de ella. Lo único que hice yo fue mantener la presión exacta para que le diera placer.
Me volvieron a mover, para ponerme atravesada en la mesa, así mi cabeza caía por un lado y mi culo y mi coño asomaban por el opuesto. Estaba abierta de piernas, empapada, olía a sudor de ellos, a excitación, pero yo seguía ahí tumbada, sin apenas moverme, salvo por la fiereza de sus manos.
Entonces noté que me dejaban de tocar, salvo el que se estaba follando mi boca. Noté una presión en mi coño y una polla me llenó la vagina. Alguien, quizá el mismo que me la había metido, estaba tocándome el clítoris en círculos. Yo me movía de un lado al otro y cuando la polla en mi boca entraba, la del coño salía. Así una y otra vez, compenetrados y penetrándome.
Al momento las pollas salieron y vinieron otras dos distintas (una mujer sabe cuándo son distintas) y empezaron a hacerme lo mismo. Y al rato otras dos. Así se fueron intercambiando de mi coño a mi boca, todos metiéndomela.
Abrí los ojos un poco y vi que estaban guardando cola y masturbándose mientras los otros dos me gozaban. En cuanto salían de mí esos dos se ponían al final de la cola y se tocaban con una mano. Así entraron cientos de veces los seis por esos dos agujeros. Yo me estaba muriendo del gusto con el movimiento, los toques del clítoris, la humedad de mi cuerpo…
Así hasta que al primero, el que estaba en mi coño, empezó a ir más rápido, casi haciéndole perder el ritmo al pene que estaba en mi boca. Se movía frenéticamente, bombeando dentro de mí.
Noté un espeso líquido que se derramaba dentro de mí y sentí que el primero ya se había corrido. Abrí los ojos y vi que era Enrique con cara de satisfacción. Se retiró y dejó paso al siguiente.
Ahora me follaban otros dos: en la boca estaba Javier y en el coño Pedro. Estos parecían compenetrarse y, debido a algún gemido mío, empezaron a aumentar el ritmo y se corrieron los dos casi a la vez. Me tragué todo el semen de Javier y mi coño empezó a chorrear lleno del semen de Enrique y de Pedro. ¡Qué delicia! Aún quedaban otros tres por irse. Bernardo tenía una polla gigante, la más grande de las seis y me la empezó a meter por el coño. Mario y Antonio se fueron turnando en mi boca, llegándomelas a meter casi las dos a la vez. Bernardo seguía penetrándome como un loco, y tocándome el clítoris salvajemente. Enrique, que ya estaba recuperado, vino a lamerme las tetas y así es como me sobrevino un orgasmo bestial. Se corrió Antonio en mi boca, Mario sobre mis tetas, manchando un poco a Enrique y Bernardo terminó de llenarme de semen el coño.
Acabé exhausta y casi desmayada. No recuerdo cuántas veces repitieron eso, pero sé que cuando desperté me dolía no solo el coño y la boca, sino también el culito.
Abrí los ojos en la mesa ovalada, ya entraba la claridad por la ventana y todos estarían a punto de llegar a trabajar.
Recogí mi ropa corriendo, los otros seis estaban durmiendo en las sillas o en el suelo. Salí despavorida y llegué a mi casa. Me duché, me cambié. Puse una lavadora para que mi marido no viera los rastros de semen en mi ropa y volví corriendo al trabajo. Perfumada y mojigata como siempre. Saludé al guardia de la puerta y subí al segundo piso, tranquilamente.
Al llegar noté un ambiente extraño. Los sitios de los seis de anoche estaban desocupados y la sala de juntas cerrada. También noté que el despacho de la directora estaba vacío.
Una compañera me dijo que esos seis estaban en un buen lío porque les habían pillado borrachos y durmiendo en la sala de juntas. Lo mismo los sancionaban. Yo me hice la sorprendida y me puse a trabajar, interesándome un poco menos que los demás en el tema. No creo que ninguno de ellos se atreviera a abrir la boca más sobre mí.

Cuatro tetas mejor que dos

Soy un hombre normal, con sus rarezas, virtudes y miserias. También con un poco de suerte, y para ser concreto diré que esa suerte se llama Cristina. Quizás a lo largo del relato logren comprender por qué llamo suerte a lo que todo el mundo suele llamar "mujer de los pies a la cabeza".

Confieso que siempre me han gustado las mujeres de pelo negro, pero por una de esas jugarretas del azar las rubias siempre te roban el corazón. Sus treinta años de vida se me clavan como treinta puñales cada vez que la veo moviendo sus caderas al caminar. Sabe que es preciosa, el manjar que todo hombre anhelaría, y se contonea con descaro y gracia. A ella le gusta mucho la moda, y yo se lo agradezco porque me deleita con unos modelos espectaculares. Sus vestidos suelen ser más bien largos, pero ajustados, dejando al descubierto sus curvas y marcando a la perfección sus nalgas redondas, duras y firmes. No es de las que van sin bragas, ella las lleva siempre a pesar de mi insistencia para que se las quite. Pero sí le gusta ir sin sostén marcando sus pezones rosaditos, afirma que le hace sentir libre y desde luego no pienso discutir por ello. Libre que te quiero libre. Y rebelde. Tan rebelde al menos como su larga y rizosa melena.

Hace tres sábados me llamó al teléfono móvil a eso de las seis de la tarde. Charlamos y decidimos qué hacer esa noche. Nos gusta ir a cenar, tomar unas copas en algún lugar tranquilo y después ir a mi casa. El plan típico de toda pareja, ¿acaso ustedes no lo hacen? Pero esa noche inmensa iba a ocurrir algo que cambiaría por completo mi vida. No hubo cena-copas-casa sino algo mucho mejor.

Antes de las siete de la tarde ya estaba listo. No soy de esos chicos que tardan tres horas en prepararse para salir de casa y se echan cremitas y otros mejunjes. Así que poco después de su llamada salí caminando de mi casa dirección a la suya, y como vivimos en una ciudad pequeña en unos veinte minutos estaba ya en su portal. Entonces bajaron las dos.

-Javi, ella es Eva.

-Hola Eva, encantado.

-Hola, tenía ganas de conocerte ya. ¿No te importará que salga con vosotros hoy, verdad?

-No, no, tranquila.

Estudian juntas. Las mujeres tienen un concepto distinto de la amistad, al menos esa es mi experiencia. Eva estaba sola ese fin de semana, su novio tiene que viajar con cierta frecuencia por cuestiones de trabajo, entonces mi niña la invitó a salir con nosotros el fin de semana. Me avisó en el último momento, y para ser sincero me molestó un poco, siempre he preferido estar a solas con mi pareja, aunque por una vez tampoco iba a poner el grito en el cielo.

La chica no es muy bonita. Demasiado delgada, con unos rasgos muy pronunciados. Eso sí, tiene una boca grande, con labios carnosos y unos pechos de considerable tamaño, más grandes que los de mi novia. Vestía unos pantalones vaqueros y una camiseta escotada bajo la cazadora, nada especial.

Nos dirigimos a una de las muchas sidrerías que hay en nuestra ciudad. Nada mejor que unas sidrinas para calentar el gaznate y animar el espíritu, y si no la han probado se lo ruego, pruébenla, ya me dirán cómo se le queda a uno el cuerpo, lo fácil que surge la risa, el compadreo y cómo sube la temperatura. Y a las chicas les subió pronto. Ya les sobraban las chaquetas y cazadoras, se quedaron con sus camisetitas, y mi novia marcando pezones, para variar. Los hombres del lugar fijaban su mirada en sus cuerpos descaradamente, y no es para menos, a las chicas hay que mirarlas, para eso se ponen guapas.

Con los cuerpos ya medio entonados la conversación se hacía cada vez más directa y desenfadada.

-¿Te gusta la coca?-me espetó Eva-.

-Bueno, de vez en cuando alguna rayita cae.

-Lo sé, lo sé. Cuando terminemos aquí nos vamos a poner a gusto. Y Patri también.

.¿Patri?-dije sorprendido-.

-Bueno, un poco por hoy, no seas tan padre-dijo entre risas-.

Podría creer en un asteroide acercándose a la tierra dispuesto a exterminar la vida en el planeta, pero jamás creería que Patricia fuese a probar la cocaína. Es una chica muy sana. Bebe y fuma cigarrillos cuando estamos de fiesta pero de ahí no pasa. Yo también soy un tipo sano, pero un poco más vicioso que ella. O eso creía hasta entonces.

Después de beber cuatro sidras marchamos del bar, y fuimos a parar a una plaza justo detrás de la catedral, en una zona poco iluminada. Nos sentamos en un bordillo, yo en medio de las dos. Eva sacó la bolsita y me la dio para que preparase las filas. Así que dispuse una tarjeta sobre mi muslo y empecé a hacerlas. Una vez preparadas, Patricia cogió la tarjeta y la colocó sobre mi paquete. Me extrañó, aunque tampoco le di mucha importancia, quise pensar que desde ahí podría esnifar más cómodamente. Preparé el rulo y se lo di a Patri. A continuación el turno de Eva, casi me da un infarto cuando se levanta del bordillo y se arrodilla frente a mí, agachándose sobre mi paquete para esnifar su raya. Al inclinarse le vi sus tetas colgando a través de su escote. Me puse enfermo, desde luego no les quité ojo, y creo que mi novia se dio cuenta perfectamente pues me obsequió con un besito en el cuello con los labios un poco abiertos, y como comprenderéis me excitó todavía más.

Como estábamos muy cómodos en ese lugar las dejé un momento solas y fui por un poco de alcohol, no se puede prescindir de gasolina. Al volver las encontré muy animadas, más que antes, reían a carcajadas. Ya me imaginaba el tema: pollas. Sí, las mujeres hablan de las pollas de sus novios y amantes, no hay nada raro en eso, aunque que lo hagan delante de la polla en cuestión, es decir, mi polla, para mí era nuevo.

-Pues como te digo, estoy contenta con mi niño-sonríe y me abraza mirando a Eva-.

-¿Sí? Yo con el mío también-ambas ríen al tiempo-.

Eva hurga en su bolso, y saca una foto.

-Mira, aquí lo tienes.

-Pues sí, está dotado-amabas sueltan una carcajada-.

La muy zorra llevaba una foto del novio en pelotas, y allí estaba mi chica mirándola sin cortarse un pelo. Por si fuera poco, después de echarle un ojo a la foto comprobé que la suya era más grande que la mía, y la verdad, me jodió un poco. Patricia no tardó en intervenir, quizás intuyó que estaba un poco incómodo con la situación.

-A mí tus diecisiete centímetros me vuelven loca bebé.

Joder, pensé, podía haber exagerado un poco, qué más le daba añadir un par de centímetros. Cosas de la competencia masculina. Hace unos años jugaba en un equipo de fútbol y allí todos se la miraban por pura curiosidad. Sabíamos que el que nunca se duchaba tenía un micropene, y también sabíamos que el que tenía una verga como la de un caballo nunca se enrollaba la toalla a la cintura para salir de la ducha, la exhibía con orgullo, vacilaba de polla, igual que Eva con la foto de su novio desnudo.

-Eso es más que suficiente si se sabe mover- sentenció Eva mirándome de reojo-

En ese momento se me puso dura, fue un reflejo inevitable. A veces los hombres conseguimos erecciones instantáneas, como si la polla cobrara vida propia, de hecho creo firmemente que las pollas son absolutamente independientes, van a su aire y hay que respetar sus decisiones. Antes expliqué que Eva era una chica del montón, pero en ese instante me pareció una mujer extraordinariamente atractiva, puro morbo. Me di cuenta que estaba destinada por el Altísimo para la sana y divertida actividad de la jodienda. Nacida para joder. Hay que decirlo sin rodeos.

-Bueno, hago lo que puedo, intento hacerla disfrutar.

-Y lo logras-respondió Patri-.

-Menos mal-me río-.

Seguimos conversando, bebiendo y esnifando un buen rato más. Creo que estábamos todos cachondos. No sé el efecto que tendrá la cocaína sobre el sexo en las mujeres, pero en los hombres caben dos sentencias: impotencia transitoria o un pene duro como la roca. Y sobre mí recayó la segunda sentencia, por suerte.

-A ver cómo tienes el corazón- dijo Eva colocándome la mano sobre el pecho-.

-Bien, todo bien- contesté-.

-Mira el mío- me coge la mano y la pone sobre una de sus tetas-.

Entre mamoneos semejantes nos fuimos del lugar hacía uno de los muchos bares que hay por los alrededores. La ronda nocturna comenzó estando todos bastante colocados, sobre todo ellas. Yo estaba salido más bien, mi cabeza pensaba mil cosas al mismo tiempo y todas muy pervertidas. Como no suelo bailar, ellas mismas se sirvieron de pareja dándolo todo por los bares. Desde luego los chicos se les arrimaban babeando y ellas me miraban riéndose como diciendo �ira cómo les estamos poniendo� Alguno se propasaba rozándose demasiado, aunque es cierto que ellas en seguida se los quitaban de encima, cosa que me alegró, porque desde la barra en la que estaba apoyado pimplando una cerveza me las imaginaba mías, a las dos, y no era plan que cuatro majaderos desconocidos vinieran a entrometerse.

La noche siguió esta tónica hasta más o menos las cuatro, cuando Patricia propuso ir a mi casa para acabar la fiesta. A Eva le pareció bien, y a mí mejor aún. Así que nos largamos a paso ligero.

Llegamos a mi casa, y mientras ellas fueron a dejar sus cosas a mi habitación, fui sacando unas cervezas de la nevera y puse un poco de música, bajita que no eran horas para alborotar. Pero el alboroto llegó cuando ellas volvieron de la habitación en camiseta y tanga. El de mi chica era rosa y el de Eva negro. Debí quedarme blanco de la impresión. No me esperaba nada semejante, me lo imaginaba y lo deseaba pero no lo esperaba. Ellas actuaban con naturalidad, y yo me sentía más bien incómodo al no saber cómo actuar ante ese culo desconocido junto al de mi novia.

-Qué bien, cervezas- exclamó Patricia-.

-Volcamos ahora lo que nos queda-dijo Eva-.

Ellas se sentaron frente a mí, en el sofá, mientras contemplaba expectante sus cruces de piernas desde mi sillón. Las coñas sexuales iban en aumento. Hasta que Eva se levantó del sofá y se giró mostrándome el culo.

-¿Crees que estoy gorda?

Una pregunta claramente estúpida porque esa chica está visiblemente delgada.

-Claro que no.

-¿De veras?-mientras movía el culo y giraba la cabeza como si lo estuviera examinado-.

-Claro, de veras.

Patricia se levantó poniéndose a la par imitando la conducta de Eva. A mi niña la conozco bien, y sé que esa mirada y ese tono de voz estaban pidiendo guerra a gritos. Aquello no era una fiesta de pijamas, se encaminaba definitivamente hacia un trío, el primero de mi vida.

-¿Mi niño se está poniendo cachondo?- se sentó sobre mí-.

-Cómo para no estarlo- risas-

-¿Sabes que Eva está hoy muy sola?- dijo con voz melosa-.

Mientras me besaba el cuello, sabe que me vuelve loco. Echó mano a mi cinturón, desabrochó los botones del pantalón y saco mi polla a relucir. Eva todavía estaba a la espera, mirando desde el sofá con las piernas abiertas pero sin tocarse. Patricia empezó a masturbarme despacito, me besaba con fuerza como una auténtica putita. Yo me dejaba hacer.

-¿Te gusta la polla de mi niño?

-Me encanta- respondió Eva-.

Para entonces Eva ya se había apartado el tanga hacia un lado y empezaba a pasarse un dedo por su coñito. La miraba fijamente mientras mi novia me trabajaba el cetro con delicadeza y esmero, como de costumbre.

- Ayúdame con él, anda ven.

Se levanto con el chochito al descubierto y caminó los pocos pasos que nos separaban para acabar en la misma postura que en la plaza, de rodillas frente a mi paquete. Mi novia seguía montada a horcajadas sobre mí, Eva pasó su cabeza por debajo del culo de mi novia y empezó a mamarme los testículos. Era demasiado brusca, pero estaba en la gloria. Agarraba los huevos con los dedos y tiraba de ellos mientras los lamía, una verdadera experta, de eso no hay duda.

-Bájate, y ayuda a tu amiga- dije con ese descaro que te da la excitación-.

Patricia sumisamente se puso al lado de Eva, las dos de rodillas frente a mi nabo. Qué espectáculo, si existe un cielo tiene que parecerse a esto, pensaba yo. Mi única obsesión era no eyacular pronto, quería aguantar todo lo que pudiera porque no tenía nada claro que esta maravilla pudiera volver a repetirse. Las dos compitiendo por cada trozo de polla. Sus lenguas se cruzaban frecuentemente, y no les desagradaba, al contrario, se ponían más cachondas y brutas. A mi novia le dio por pegarle cachetes a la polla y las dos jugaban a atraparla con sus bocas mientras se movía de un lado a otro, hasta que al fin paraba y volvía la pelea de lenguas.

-Somos tus putas-dijo Eva con la voz entrecortada-.

No sabía donde poner las manos. Lo mismo les agarraba las tetas, que aparecían frente a mí colgando y bamboleándose, que les agarraba del pelo como si llevaran dos coletas, apretándolas más aún contra mi pene.

-Dame tu culito- le dije a Eva-.

Nos cambiamos al sofá, que al ser más espacioso nos facilitó la grata tarea. Al momento Eva se colocó sobre mí dándome la espalda y empezó a joderme con ímpetu, muy ansiosa, sin duda la coca tuvo algo que ver en eso. Mi niña se quedó frente a nosotros de pie como dudando. Allí estaba yo, con su compañera de clase encima metiéndosela en el coño y agarrándole las tetas con fuerza, y Patricia observándonos. Unos segundos después, mi novia se agachó y se puso a lamer el coño de su colega. Esto sí que era completamente inesperado, pero maravilloso al mismo tiempo. Gemían como guarras, menuda función debieron de soportar los vecinos a esas horas.

El rollo lésbico iba en aumento. Empezaron a interactuar más entre ellas, sin dejarme de lado, pero ya no eran dos chicas para un chico, sino tres cuerpos que se follaban sin cuartel los unos a los otros.

Levanté el culo de Eva, que se llevó un buen cachete en las nalgas, y le dije a Patricia que ocupara su lugar. Quería echar mi leche sin disgustos en un chochito, y qué mejor que el coño de una novia para esos menesteres. Así que en cuatro movimientos más mi semen fluyó a borbotones, salía del coño de Patricia resbalando por mi polla. La ninfómana de Eva tuvo la amabilidad de masajearme los huevos mientras me corría. Todo un detalle.

Terminé exhausto. Di un trago a la cerveza e intenté digerir lo que había ocurrido. Allí estábamos los tres en pelotas, rojos como tomates y sudorosos después de haber cogido como animalitos en celo. Esperaba con todo mi alma que aquel experimento no fuera a arruinar mi relación con Patricia. Pensaba que da alguna forma podría reprochármelo. Por otro lado estaba satisfecho, había hecho realidad lo que siempre había permanecido en el reino de la fantasía, un sueño hecho carne: dos mujeres dispuestas para mí.

Aunque la mayor sorpresa de esa inmensa noche me la llevé poco después de la orgía, con los cuerpos aún palpitantes. Las relaciones entre Patricia, Eva y su novio no eran precisamente lo que yo había creído que eran, y fue esto lo que cambió mi vida, al menos en lo que respecta a las relaciones de pareja y a mi forma de entender el sexo. También pude comprender los motivos por los que Patricia y Eva decidieron follarme aquel fin de semana. Todo empezó a cobrar sentido.

Trio con un Transexual

Sentí una sensación de alivio cuando se abrieron las puertas del hotel y salimos al frescor de una noche de primavera. Inspiré profundamente y el aroma de jazmín mezclado con el azahar de los naranjos en flor me embriagó. Me quité la chaqueta empapada de sudor y la corbata mientras nos dirigíamos al estacionamiento.


Caminábamos en silencio, la melodía de los grillos y el crujido de la grava bajo nuestros pies eran un descanso después del bullicio de la fiesta. A pesar de que estábamos muy cerca de Barcelona, no se escuchaba el murmullo sordo y constante del tráfico y en lugar del resplandor pajizo del alumbrado urbano, era la luna llena la que iluminaba el aparcamiento delante de la playa.


Entramos en el coche sin haber cruzado una palabra. Abrí el techo descapotable mientras mi mujer, se quitaba los zapatos de tacón con un suspiro de alivio. Aquella noche estaba preciosa con el vestido corto de fiesta que había elegido. 


Antes de encender el motor la besé en los labios gruesos y apetecibles. Su aliento cálido tenía el sabor pesado y dulzón del alcohol y su piel estaba perlada de transpiración. Ella me respondió con un beso encendido, prolongado y violento. Aquella noche no teníamos a los niños, que se habían quedado en casa de sus padres, así que si ninguno de los dos se dormía en el largo trayecto hasta casa, aquella podía ser una noche interesante.


Debíamos cruzar la ciudad pues en aquella época aún vivíamos en una pequeña ciudad del Maresme. No recuerdo como empezó la conversación pero sí que derivó a nuestras fantasías sexuales. Siempre que salía a relucir el tema, ella sugería un trío con otro hombre más y yo siempre respondía que con una mujer. Solíamos describir, adornándolos con todos los detalles que éramos capaces de imaginar, los supuestos y fantásticos encuentros sexuales con nuestros compañeros imaginarios. Nunca nos poníamos de acuerdo, pero no importaba demasiado, lo que importaba era la excitación que producía hablar sobre el tema.


Aquella noche la Avenida Diagonal estaba colapsada. Descendiendo la suave loma que desde Esplugues conduce a Barcelona, un río de luces rojas y blancas que parecía no tener fin se extendía delante de nosotros. Cruzar por allí podía representar tres cuartos de hora inmersos en el humo de los tubos de escape y rugido de motores ajenos. Tomé la primera desviación que pude y subimos hacia la parte alta, cruzando el exclusivo barrio de Pedralbes.

Aún no habíamos recorrido ni cien metros, cuando, al doblar por una de las calles laterales, cerca del club de tenis, encontramos una doble fila de coches que circulaban con lentitud. No teníamos más remedio que pasar por allí. Supuse que aquel atasco no nos retrasaría mucho. Ella me dijo: Paciencia, debe haber algún inútil estacionando. Nos situamos detrás del último coche.


Aún no habíamos avanzado ni cincuenta metros cuando advertí que a ambos lados de la calle había unas chicas espectaculares, prácticamente desnudas charlando con los conductores de otros vehículos. Sus faldas eran tan cortas que por poco se agachasen podía ver sus culos perfectos. Me pareció chocante tratándose de un vecindario caro. De todas formas, era casi verano, había mucha gente de vacaciones y es posible que en aquel barrio no hubiese prácticamente ningún vecino.


Mira, son travestís, me comentó  divertida. Me fijé un poco mejor y, efectivamente, se trataba de un desfile de transexuales soberbias. Los demás coches estaban prácticamente parados, solo podíamos circular muy lentamente y pegados a la acera, así que nos era posible observarlos con tranquilidad. Al llegar al final de aquella calle, el tráfico se despejó de improviso. Yo sabía que no aparecerían más travestís, pero estaba excitado y quería ver más, así que le dije:
- Si no te importa, vamos a dar otra vuelta. Nunca lo había visto y siento curiosidad.
-  Bueno, a mí también me da morbo, creo que por una vez vamos a estar de acuerdo en algo me dijo en tono burlón.


Di la vuelta y volvimos a tomar la misma calle que antes, pero en sentido contrario. Una de las travestís nos llamó la atención. Era una mulata sublime, estaba algo apartada de las otras y la copa de un árbol la resguardaba de la luz de las farolas. Llevaba unos shorts de vinilo rojo y unas botas altas, del mismo material y color, que le llegaban a medio muslo, resaltando el moreno oscuro de sus piernas musculosas. Sus senos de acero apuntaban hacia nosotros asomando sobre un corpiño de ballestas de cuero también rojo que le ceñía la cintura, haciendo aparecer sus anchos hombros de atleta aún más amplios por contraste con la cintura de avispa. Al pasar junto a ella los dos nos quedamos mirándola fijamente, ella también miró hacia el interior del coche, sonrió y nos hizo una seña. Mi mujer me dijo:

- A ver, para un momento junto a aquella chica, por favor. Hice lo que me pedía, un poco sorprendido. Detuve el automóvil junto a la acera. El travestí se agachó y ambas empezaron a conversar animadamente aunque yo no conseguía escucharlas debido al ruido de los otros vehículos.


No sabía dónde meterme, los otros coches pasaban a nuestro lado y nos observaban. Me sentía avergonzado, era posible que alguna de las personas que iba en ellos nos conociese. Estaba sumido en estos pensamientos cuando escuché que mi mujer decía en voz más alta: - - Anda, sube detrás y le abrió la puerta a la profesional.


El corazón me dio un vuelco, iba a protestar cuando ella me miró sonriendo, guiñó un ojo alborozada y me dio un rápido beso en los labios. El travestí subió y desde el asiento trasero nos fue indicando como llegar hasta un hotel cercano.


El transexual se presentó como Marcela, era brasileña y había venido a trabajar en una sala de fiestas. En cuatro frases que fueron un prodigio de concisión nos contó su historia: su contrato había terminado, no le había sido posible encontrar ningún otro espectáculo en el que trabajar y ahora se ganaba la vida ejerciendo la prostitución. Después calló y allí mismo, dentro del coche, camino del hotel, Marcela empezó a acariciar el pecho de mi esposa desde atrás de ella, quien si bien al principio se rió de buena gana, en algún momento calló, cerró los ojos y sollozó de placer. Bajo las suaves caricias, sus enormes pechos se dilataban al tiempo que ella gemía y sonreía.


Yo no podía conducir de lo caliente y nervioso que me estaba poniendo. Entonces la mulata, dirigiéndose a mí, susurró con voz grave: Espera un poquito, que para ti también hay mientras me pasó su  lengua aterciopelada por la oreja. Cuando llegamos al hotel, el botones nos indicó el lugar donde estacionar y luego corrió tras el coche una gruesa cortina de lona para que nadie pudiera ver la matrícula. Los tres descendimos y le seguimos hasta la recepción, allí le pedí al conserje la mejor habitación que tuviera libre. Mientras esperábamos un nuevo botones que nos acompañase hasta nuestra habitación, pude ver el contraste entre mi mujer y Marcela.


Marcela era más alta que yo, mientras mi mujer es bastante menuda, su figura graciosa, frágil y apetecible contrastaba con la maciza rotundidad de la mulata, amenazadora y poderosa. El uniforme de guerra de la mulata, seleccionado para llamar la atención le confería un aire perverso y dominante, los músculos de su cuerpo moreno afloraban bajo su piel en cada pequeño movimiento, su complexión atlética y su volumen empequeñecían a todos cuantos la rodeábamos en aquel vestíbulo. Por el contrario, el cuerpo de mi amada era sensual y frágil, bajo el vestido de fiesta, aparecía desprotegido y seductor, mostrando sus piernas torneadas y perfectas cada vez que ella se giraba, rizaba el aire con el revoloteo de los volantes de su falda.


Llegó el auxiliar que habíamos estado esperando y nos condujo a través de un laberinto de pasillos y escaleras hasta la habitación. Cuando entramos, después de pagarle lo convenido al transexual, mi mujer se sentó en una silla que estaba junto a la cama y me propuso:
- Yo haré lo que tú quieras, pero primero tú vas a hacer lo que yo te diga, ¿entendido? 
A esas alturas, yo ya estaba perdido. Marcela se deshizo de su uniforme en un santiamén, quedándose vestido únicamente con una braguita color calabaza y el corpiño que le abultaba los pechos.

Me dispuse a acariciar sus pechos maravillosos. Muy suaves y calientes. Me dispuse como un loco a chuparlos. Hasta que mi mujer interrumpió:

Mi mujer estaba sentada, con la camisa abierta y la falda arremangada, acariciándose un pecho con una mano y la otra perdida debajo de la braguita. Tú, que siempre me dices que no me la trago toda, quiero ver como se la chupas a Marcela. Y cuando la travestí estaba a punto de sacarse la braguita, mi mujer la interrumpió y le ordenó: Tú quedate de pie y él de rodillas en el suelo. Quiero ver bien esta situación. 

Marcela se acercó a mí, descubriéndome la gloria de muslos compactos y entonces, reventando unas braguitas semitransparentes de encaje, pude adivinar con toda claridad el mayor miembro masculino que hubiese soñado en mi vida. Aún estando en reposo, era tan aparatoso que sus bragas no podían abarcarlo, tendía la tela hacia fuera hasta dejarla tirante, en la cintura deformaba las gomas elásticas que lo aprisionaban, clavándolas en el cuerpo macizo de la mulata y, finalmente, se escapaba por los lados. Así que, ahí mismo me puse de rodillas.


Había perdido el autocontrol y no podía resistirme, acerqué mi mano y acaricié aquella tela sufriente con mucha suavidad. Las yemas de mis dedos se sorprendieron con la húmeda calidez que despedía. Deposité la mano encima del pene y pude sentir como se movía, se enderezaba sin esfuerzo, apartaba la braguita y se asomaba al exterior. Tomé con los dedos el elástico de sus bragas y las bajé. Una manga gruesa y larga, del color del azabache se desenrolló delante de mis ojos atónitos, cayendo hasta la mitad del muslo. 

- Cógelo sin miedo, no te morderá. me sugirió. Lo tomé con la palma de la mano y lo levanté un poco.


Su tamaño era sobrecogedor, pero su tacto aterciopelado y cálido era reconfortante. Percibí como se hinchaba en la palma de mi mano y comenzaba a enderezarse. El prepucio, una oscura flor de piel que coronaba aquella pieza extraordinaria, se retiraba suavemente por sí mismo, y tal y como el agua descubre la arena al retirarse la marea, apareció la superficie curvada y brillante del glande, dividido en su mitad por un profundo canal del que manaba una gota radiante del líquido del amor.


Bajé la cabeza y besé el extremo de aquel miembro ingente. Su prepucio, de una piel increíblemente suave, literalmente ardía, despedía el calor de los rayos de sol en las playas de Brasil. Con sólo aquel levísimo toque comenzó a aumentar de tamaño, hincharse y estirarse. Recuerdo perfectamente aquel primer encuentro con su sabor: era delicioso, excitante, cálido, sutilmente salado.


A medida que apartaba el prepucio con los labios apareció la tersa y delicada piel del glande que se deslizó sobre mi lengua con suavidad. Con el dedo que apartaba la tela pude percibir que la trompa de Marcela continuaba hinchándose sin interrupción, era una serpiente desenroscándose perezosa al sol. Comencé, con mucha lentitud a subir y bajar, envolviendo dentro de la boca aquel obelisco inflamado. Una y otra vez, con cada uno de los recorridos notaba como aumentaba su rigidez.


Después de deleitarme disfrutando de aquellos primeros movimientos de reconocimiento deslicé la lengua sobre el miembro. Sorbí con deleite una pequeña gotita que se había formado. Lo abrí con mucho cuidado y apoyé con dulzura la lengua en aquella pequeña abertura. Escuché un nuevo gemido. Marcela comenzó a acariciar mi nuca al tiempo que repetía: Así, así, lo estás haciendo muy bien papaíto. Volví a rodear la polla con mis labios e intenté introducírmela entera, pero fue completamente absurdo, cuando aún quedaba una porción considerable noté que si avanzaba un milímetro me ahogaría. Me era imposible hacer entrar toda la longitud de aquel cañón de bronce oscuro en mi boca. 

- Cómetela toda! Te he dicho. Escuché la voz firme de mi querida esposa que venía desde el sillón.


Mientras se la estaba chupando al transexual, mi mujer se acercó desde la silla y me fue desvistiendo hasta que quedé completamente desnudo y con el pene en dolorosa erección, manando algunas gotas brillantes de líquido preseminal. Pensé que ahora sería mi turno de ver un poco de espectáculo, sin embargo, me equivocaba. Se situó detrás de mí, se arrodilló, apoyó sus manos en mi cintura y pude sentir su lengua, húmeda, cálida y segura sobre la parte alta de mis nalgas. La desplazaba lentamente, en pequeños círculos. Jamás antes lo había hecho, pero parecía disfrutar de lo que estaba haciendo casi tanto como yo.


Lamió toda la superficie con extrema dulzura, después situó su lengua sobre mi rabadilla y pude sentir como descendía humedeciendo mi canal. Era una sensación increíblemente delicada que nunca había imaginado que se pudiese experimentar. Con sus manos, sin ninguna violencia, abrió mis nalgas y muy, muy dulcemente, sentí como su lengua se deslizaba casi sin rozar mi ano. El tacto de su lengua era jugoso, cálido y leve. Sentí como su lengua dejaba paso a su dedo ensalivado y como este se hundía sin esfuerzo en mi ano. Lo tenía completamente abierto y empapado de su saliva. Apoyó nuevamente el dedo índice y con facilidad lo introdujo hasta el fondo. Con este dedo empezó un movimiento de mete-saca lento. En una de las extracciones apoyó un segundo dedo y con mucha suavidad intentó meter los dos a la vez. Cuando ya me la venía venir, me dijo:


- Si quieres la fiesta completa, ella te va a dar por el culo como tú me hiciste anoche, recuerdas?

Marcela tomó su miembro completamente erecto lo untó con lubricante con parsimonia, me lo enseñó y le dijo a Maite: -Es con esto que quieres que me lo folle, princesa? A lo que ella le respondió entusiasmada: -Sí, métesela toda dentro... ahora. Marcela, se retiró, apoyó su miembro contra la entrada de mi ano, acercó su cara a mi nuca y me susurró: Cariño, ahora relájate o te va a doler... Hice todo lo posible por no hacer ninguna presión con mi esfínter anal. Sentí como ella apretaba y como su picha empezaba a deslizarse a través de mi culo. Al principio no dolió nada, después sentí un ardor insoportable, como si una barra de hierro al rojo vivo se clavase en mí. - Aguanta un poco, mi vida, ya está dentro... deja que tu cuerpo se acostumbre. Sé que duele, pero después gozarás como nunca. Me susurró mi mujer, Me encanta verte poseído.


Intenté hacerle caso, apreté los dientes y no pensar en ello. Marcela no se movió durante un rato, después empezó a moverse muy, muy, muy despacio. Sentí como se deslizaba con facilidad y, efectivamente, no dolía, o si dolía, era un dolor placentero. Cuando llegó al final y sentí su vello púbico contra mis testículos, pude notar como mi vientre se abultaba hacia fuera empujado por su miembro descomunal. Continuó moviéndose durante largo rato sin aumentar la intensidad.


Y entonces, mientras el travestí, me jodía por detrás, mi mujer, sentada en el suelo debajo de mí, empezó a lamer el delicioso caramelo que hay entre mis piernas con una glotonería hasta entonces desconocida, poniendo en funcionamiento su singular bomba de succión. Resulta imposible describir la sensación de líquida tibieza, dulzura, presión mullida y aspiración que sentía dentro de la boca de mi esposa mientras el ariete de Marcela revolvía mis entrañas.


Cuando mi cara empezó a desencajarse, le hizo una seña a Marcela para que me la sacara en un visto y no visto. Maite comenzó a deslizar con admiración sus manos por la cálida y suave piel del miembro de la mulata, dándose cuenta que no era capaz de ocultar aquel sexo ni siquiera rodeándolo con las dos manos. Todavía sobresalía un buen trozo de rígido y negro falo. Indecisa se entretuvo acariciando los testículos, sintiendo las dos gruesas bolas deslizarse en su bolsa a la más ligera presión.


A mí me dijeron que me tumbase en la cama y continuaron la felación entre las dos. Una lamía mis testículos y la otra deslizaba una y otra vez su lengua mullida y húmeda sobre el miembro abultado. Me masturbaron de este modo hasta que sentí el conocido, delicioso y turbador ardor en las entrañas y un mar de lava ardiente que ascendía por el interior de mi pene y yo no podía contener manando a borbotones. Mi mujer consiguió apartar un poco la cara, pero Marcela, más acostumbrada a estos excesos líquidos, siguió chupando y tragando semen. Cuando hubo terminado y mi miembro yacía fláccido y dormido, Marcela, por fin, lo soltó y dijo Me lavo un poco y vuelvo.


La noche no terminó ahí ya que mi amada me dijo: -Te has portado muy bien, así que ahora hay premio, pero no vale tocar hasta que yo te diga. Siéntate ahí. Marcela volvió del baño con su miembro enhiesto como una lanza que avanzase delante de ella. Se acercó a mi mujer, las dos se miraron y se fundieron en un beso tórrido. Tumbado en la cama, podía ver como sus lenguas se encontraban a mitad de camino entre las dos bocas.


Ella se giró, me miró con la cara congestionada por la excitación y me dijo: - esto te gusta, no?

Los dedos largos y oscuros de la transexual acariciaban la espalda de mi mujer, su punto débil, descendiendo desde la nuca hasta palpar sus glúteos, redondos, blancos y firmes. Sus cuerpos se unieron en un excitante y candente abrazo. Los mórbidos senos de mi preciosa esposa, dos esferas de blando algodón, rozaron los sombríos y rígidos pechos de Marcela. Sus brazos se entrelazaron y se volvieron a unir en un nuevo beso, aún más profundo y violento que el anterior. Yo estaba poniéndome tan caliente que me olvidé por un momento de la follada que acababa de recibir y que casi me parte el culo en dos.


Con Marcela sentada en la silla, mi mujer se sentó sobre las caderas de la mulata haciendo que los labios de su sexo se apoyaran sobre el pene del travestí como si quisiera acostumbrarlos a la importante dilatación que habrían de soportar. Volvió a apoyarse sobre él, frotó repetidamente su duro y encendido clítoris sobre el rígido falo antes de decidirse a colocarse de tal forma que fuera posible el inicio de la penetración. Lentamente fue dejando que su peso descansara sobre el impresionante cilindro, notando como sus labios se esforzaban por acoplarse a la presencia del deseado intruso. Un océano de flujo se derramó sobre el glande la mulata.


Sujeta en el aire por los musculosos brazos de Marcela, ella no podía verlo pero se estaba imaginando perfectamente las forzadas formas que debían adoptar sus labios para permitir la entrada de semejante monstruo. Por lo que más tarde comentamos, muy al contrario de lo que suponía, el lento ensanchamiento no solo no le resultó molesto si no que, en cambio, resultó ser una sensación agradable. Claro que una cosa era aceptar dos o tres centímetros de aquel monstruo y otra muy distinta absorberlo completo en su interior. Comprendió que si lo lograba sería solo a base de tiempo y de dejar que su musculatura interna fuera dilatándose lentamente. No tenía ninguna prisa, así que tampoco había porque precipitarse.


Mi mujer comenzó a moverse con calculada lentitud, haciendo que el miembro oscuro saliera de sus agradecidas entrañas para volver a dejarse caer sobre él con la fuerza precisa para que avanzara un poco mas en su camino. En ese momento se detenía dejando que sus músculos se adecuaran mansamente a la excitante presencia. Desde el exterior, yo podía ver como la columna de azabache, emergía oscura y brillante entre la blancura nívea de sus glúteos.


Mucho antes de lo calculado, mi mujer sintió que la punta del sexo del transexual tocaba el fondo de su vagina alcanzando otro de sus puntos más sensibles y agradables. Ella pensó que ya no podría engullir mas de aquel ariete pero se equivocaba.

Después me confesó que gracias al placer que estaba sintiendo, encontró el coraje suficiente como para seguir precipitándose contra aquello que dilataba y replegaba sus músculos hasta límites que mi esposa nunca pensó que pudiera alcanzar sin desgarrarse, y mucho menos sin sentir el menor atisbo de dolor. Muy al contrario su placer iba en aumento tan rápidamente que ni siquiera se dio cuenta que se aproximaba el primero de los orgasmos. Haciendo cabriolear su cintura en un pausado vaivén, con la finura y la gracia de unas alegrías, con movimientos breves, ondulados y rítmicos, que se rizaban y desrizaban en el aire con el garbo de una Dancera, danzó empalada en el miembro de nuestra compañera. Finalmente, el éxtasis le llegó tan por sorpresa y con tanta intensidad que aulló de placer.


Yo no podía creer lo que estaba viendo, atónito volví a tener una erección inmediatamente, como si fuese un jovencito. Mi mujer me miró y me dijo: Ya he disfrutado con una mujer, ahora quiero hacerlo con dos hombres. En la posición en la que estaba, ensartada en Marcela, su ano quedaba a mi disposición.


Tomé el bote de crema que el transexual había utilizado anteriormente conmigo y me unté el miembro. Me acerqué por detrás a mi esposa y enterré mi miembro en su recto con facilidad. Cuando estuve dentro tuve la deliciosa sorpresa de poder sentir el abultamiento del miembro de nuestra compañera a través de la delicada pared de que separa el intestino de la vagina.

Los dos iniciamos un movimiento acompasado,  que se fue acelerando a medida que los orificios de ella se acostumbraban a la invasión.

Entre Marcela y yo sosteníamos a mi mujer en el aire, que, literalmente, volaba ante cada embestida conjunta de nuestros penes. Sus pies no tocaban el suelo, solo sus muslos estaban apoyados contra las caderas del travestí. La cabeza de mi mujer se bamboleaba sin control, como si se tratase de una marioneta, después me confesaría que perdió totalmente el control y se encontraba en el paraíso en esos momentos. Su cuerpo estaba empapado de transpiración, yo distinguía como de su entrepierna bañada llovían gruesas gotas de sudor sobre los muslos de Marcela. Su vagina se contraía en caprichosos espasmos que podía percibir a través de la pared del recto. Se sujetaba cogiendo con fuerza los senos siliconados del travestí, quien, sorprendentemente, pedía que las estrujase con más fuerza.


Un alarido  anunció un nuevo orgasmo de mi esposa. Las contracciones de su interior se intensificaron. La transexual, no se quiso contener más y abrió el grifo de su manguera, una lluvia de semen y flujo femenino se escapó de las entrañas de mi esposa mientras yo continuaba batiendo sus nalgas, a punto de llegar al orgasmo. Pocos segundos después yo también me vine. Nos quedamos los tres en silencio unos segundos, luego yo me retiré de su interior  y ella intentó descabalgarse de Marcela, pero las piernas no la sostuvieron, y cayó sobre el suelo de la habitación en un ataque de risa.

Nos duchamos con tranquilidad y salimos del mueble. La noche seguía siendo cálida y cargada de los perfumes de la primavera. Devolvimos a Marcela a su lugar de trabajo, donde ya no quedaba apenas nadie.


La luna iluminaba la carretera durante la vuelta a casa. Los dos permanecimos en silencio, habíamos visto cumplida nuestra fantasía y ninguno parecía dispuesto a comentarlo después de pasado el calor del momento. ¿Qué nos haría soñar juntos ahora?, en poco tiempo se desvelaría la respuesta.

Atada a la cama de los sentidos

He estado esperando y deseando que llegara este momento, para poder devolverte el inmenso placer que me hiciste pasar hace unas semanas…y por fin ha llegado el día.
Recibí un SMS que simplemente decía "Dispuesta para ti".
Esa era la señal que indicaba que estaba preparada. Yo en 30 minutos llegaría a casa.

Hoy espero hacerte sentir tanto placer que será difícil que olvides este día, quiero hacerte gozar como nunca. Quiero que te relajes y te dejes ir. Que sientas cada segundo.

Te he pedido que lleves algún bikini o ropa interior que no uses demasiado, o que quieras jubilar. Más adelante entenderás porque. También te he pedido unas medias y un collar en tu cuello.

Por fin llego a casa, y tal como habiamos acordado, hago sonar el timbre de casa. Espero 1 minuto y entro. Entro silenciosamente y lentamente. Voy hasta nuestra habitación, y tal como te había ordenado, están las velas encendidas alrededor de la cama. Es la única iluminación que hay. También se nota el incienso encendido en un rincón. En cuanto te veo algo se enciende dentro de mi.

Me gustas tanto que me lanzaría sobre ti para devorarte a besos y hacerte el amor alli mismo, sin esperar más para verte estremecer de placer, pero hoy quiero ir despacio, y aprovechar todas las sorpresas que te tengo preparadas para hacerte disfrutar…

Tal como te había pedido, estás tumbada en la cama con la ropa interior. Llevas una venda en los ojos. Y tienes unos auriculares con música que te he dejado preparada para tal ocasión. Realmente no escuhas cuando entro en la habitación, y eso me excita. El verte allí, observada, aunque sientes la presencia de alguien en la habitación.

Me acerco muy lentamente a tus labios y te beso muy dulcemente. Nuestras lenguas se encuentran rápidamente, y empiezan a moverse una contra la otra con pasión y lujuria, en una deliciosa y húmeda batalla.

Cojo unas telas y te ato los pies de manera suave a cada extremo de la cama. Hago lo mismo con tus muñecas al cabezal de la cama. Después de cada atadura te doy un beso.

Entonces me detengo y me separo ligeramente de ti. Cojo unas tijeras y te corto muy lentamente la ropa. Lo justo para sacártela muy suavemente. Te sientes desnuda e indefensa. Observada, pero algo hace que te sientas excitada. Se nota en tus pezones. El tiempo es un gran excitante a mi favor, así que me dirijo a la ducha, mientras tú continuas escuchando música sensual y sugerente, sin poder moverte.

Después de darme una buena ducha me pongo solo unos pantalones sueltos deportivos encima, aparte de eso no llevo nada más.

Después de la ducha estoy unos pocos instantes acabando de preparar algunas cosas que me harán falta.

Tu piel luce preciosa a la luz de las velas, y me cuesta controlarme para no comer a besos cada rincón de tu piel.

Me acerco a ti y sin poder resistirme más, beso tus preciosos pechos, lo hago delicadamente para sentir lo suaves que son, y como ceden a la presión que mis labios ejercen sobre ellos, tu cierras los ojos (a pesar de tenerlos vendados) y te dejas llevar.

Con mi lengua recorro humedeciendo tu piel hasta llegar a tu cuello, vuelvo a tomarte por la cintura para acercarte a mí, y sentir como tu pecho se aprieta contra el mío, y como tus pezones se endurecen más poco a poco.

Beso tu cuello con mis labios mojados y con mis manos recorro tu espalda, palpando cada centímetro de tu piel y acariciándola. Nuestros labios empiezan a acercarse de nuevo y pronto nuestras lenguas vuelven a devorarse la una a la otra.

Es evidente que has provocado una gran erección, y hago que la notes en tu cara. Besas mi miembro por encima de los pantalones y me haces sentir en el cielo, comienzas a pasar tu lengua por encima de la tela. Me vuelve loco sentir como tu lengua recorre mi sexo durísimo en todo lo largo, por encima de la tela, me tienes completamente entregado, estoy a punto de ceder al placer y decirte que no pares…

Entonces tomo mi sexo con una mano y comienzo a pasar la punta por tu pubis.

Dejas escapar un suspiro al sentir como la gruesa punta desciende hasta llegar a la entrada de tu sexo. Tu suspiras y gimes ligeramente al sentirlo, e intentas provocar para que te penetre. Ya estás muy excitada, pero el ritmo lo marco yo.

Me encanta tenerte así con los ojos vendados sin que puedas ver nada, tu respiración se agita más a cada segundo que pasa, es la excitación de saber que estas completamente a merced de mis deseos...

Derramo una buena cantidad de gel en tu cuerpo. La sensación de mojado y frío te produce un escalofrío.

Paso mis manos por tu delicado cuello, luego sigo conduciendo mis manos por tus hombros y la zona de tu clavícula...desciendo acariciando con el dorso de mi mano tus magníficos pechos, los sobo y puedo sentir como tus pezones ya están muy duritos... El cubito de hielo ha hecho su efecto.

Después solo con mi mano acaricio tu tripa y con las dos manos froto suavemente tus caderas, masajeándolas ligeramente.

Estás gimiendo de inmediato mientras continúo frotandote cada vez mas deprisa, aumentando a cada segundo el ritmo al que muevo mis dedos y la intensidad con la que aprieto.

Cierras los puños y mueves las piernas mientras continúas gimiendo a causa del placer que estoy haciéndote pasar. Me encanta verte disfrutar de esta manera, completamente entregada, pero aún no pienso hacerte terminar.
En ese momento me detengo de nuevo , tu deseas que siga dándote placer, pero yo prefiero terminar el recorrido por tu cuerpo…
Con ambas manos voy acariciando tus muslos, como tienes las piernas estiradas aprovecho para introducir mis manos por debajo de tus muslos para llegar a tu culito…poniendo especial atención en magrear tus nalgas con mis dedos, luego consigo que vuelvas a extender las piernas del todo y así puedo continuar descendiendo por tus piernas, sobando con dulzura tus gemelos para finalmente llegar hasta tus tobillos, rozo ligeramente tus pies con el dorso de mi mano, paso uno de mis dedos extendidos por la planta de tus pies a modo de caricia.

Tu suspiras y compruebo con satisfacción como aunque intentas mover las piernas apenas puedes…

Una vez he terminado me siento a tu lado en la cama de nuevo, acaricio dulcemente tus labios con mi dedo, tu respiración esta cada vez más agitada y excitada…

Entonces saco mi lengua cálida y húmeda, y lentamente comienzo a pasar la punta por tu pezón endurecido, juego con él dándole pequeños golpecitos con mi lengua…después vuelvo a lamerlo de nuevo para asegurarme de dejarlo completamente mojadito.

Y cuando he terminado con tu pezón continúo lamiendo el resto de tu pecho, humedeciendo con mi lengua tu suave piel mientras que con una mano sobo tu otro pecho y froto con dos dedos su pezón dándote así mucho placer, mis besos se vuelven mas apasionados, tomo tu pecho y lo introduzco con mi boca lentamente.
Y entonces empiezo a chuparlo y lamerlo con mi lengua mientras amaso tu otro pecho y froto tu delicioso pezón con mis dedos.
Poco a poco tus jadeos van aumentando, yo también estoy muy caliente y la tengo durísima y completamente erguida, tu lo notas porque al estar inclinado sobre ti besándote y devorándote mi ancho miembro choca con tu muslo…

Tu respiración se agita mucho, te excita terriblemente el hecho de estar así, completamente desnuda con los ojos vendados y atada de pies y manos, a merced de mis deseos y de lo que quiera hacer contigo. Pocas veces habías sentido esta excitación.

Yo no puedo resistir la tentación y lo primero que hago es dirigir un dedo a tu pubis, y después de pasar por el acariciándolo introduzco mi dedo en tu sexo, metiéndolo todo lo que puedo, al sentirlo gimes y mueves tu cuerpo ligeramente, estás muy húmeda y muy caliente por dentro, me encanta eso, mientras mantengo mi dedo dentro de ti comienzo a moverlo en tu interior rozando las cálidas paredes de tu sexo.

Gimes más fuerte y comienzas a retorcerte de placer sobre la cama, estabas tan caliente que sentir como introducía mi dedo en tu interior te ha dado un placer inmenso.

Mueves tus pies lo poco que puedes mientras continúas gimiendo y te coges con las manos al cabecero de la cama donde estas atada.

Pero cuando parece que estas a punto de estallar de placer saco mi dedo de ti, es la segunda vez que te dejo a punto de terminar.

Me acerco a tus labios intentando calmar tu lujuria con un apasionado y tórrido beso.
Mi lengua se introduce en tu boca, al instante busco la tuya y de inmediato las dos se entrelazan y se enredan en un húmedo beso.

Mientras me adueño de tu lengua acaricio tus muslos y subo por tus caderas hasta llegar a tus senos, los mimo acariciándolos con mucha dulzura, pero entonces los tomo uno a uno con mis manos y comienzo a amasarlos y magrearlos mientras los sobo también los juntos entre si y los amaso en uno contra el otro a la vez que froto tus pezones con mis dedos.

Nuestra temperatura aumenta, tu empiezas a suspirar y jadear.

Estoy demasiado caliente asi que decido parar de pronto, y me levanto. Notas como me estoy masturbándo mirándote. Estamos muy excitados.

Me acerco a tu oido y te aclaro:
- Estás aqui para darme todo el placer que quiera, y no puedes hacer nada.
Respondes muy silenciosamente con una tímida pregunta - ¿Qué me vas a hacer?
-Lo que me dé la gana. Te voy a follar como me apetezca, y con quien me apetezca.
Esto útimo te produce un escalofrío, ya que si realmente hubiera alguien más alli, no podrías hacer nada para impedir que se aprovecharan de tu cuerpo. Pero por otro lado, esa es una excusa para disfrutar al máximo, ya que no puedes evitar nada.
-Vas a dar placer a las pollas.

Entonces tomo mi miembro y te lo pongo en la boca.

Sigo aumentando el ritmo cada vez más, meneando casi con furia mi erguido miembro, no puedo evitar comenzar a jadear, el placer es cada vez mayor, los músculos de mis brazos y mi pecho se marcan aún mas por la fuerza de los movimientos con los que me doy placer. Aumento la velocidad del meneo todo lo que puedo, mis dos manos se delizan con fuerza arriba y abajo a lo largo de mi colosalmente duro miembro.

Tú estás empezando a notar algo muy especial, por la vibración y el espectáculo que sube de tono.

De pronto empiezo a gemir, tu observar alucinada y disfrutando del espectáculo, y entonces no puedo evitar correrme con un fuerte gemido.
Sigo meneándomela mientras un chorro de leche caliente sale disparado de mi sexo y va a parar sobre tu cuerpo. Tu cara, tu cuello, tus pechos, tu cuerpo está entero lleno de mi leche. Mi cuerpo tiembla un poco por la intensidad del orgasmo… Tus labios denotan ganas de éxtasis, pero no puedes. Me pides un orgasmo. Me suplicas un orgasmo.

Entonces te dejo un minuto. Te tengo preparada una sorpresa.

Vuelvo y tengo un nuevo juguete. Los chinos lo usan desde hace miles de años en sus relaciones. El afrodisiaco definitivo. Es un pequeño trozo de genjibre fresco, con una longitud de sólo 3 cm. Debe estar recién pelado, y lo voy a introducir en tu culo. Produce un efecto espectacular en pocos segundos, y desaparece rápidamente cuando se saca. También puede simplemente ponerse suavemente encima del clítoris. Los chinos lo usan a menudo. La mujer siente una sensación espectacular.

Comienzo a besar tu cuello y tus hombros desnudos con mis cálidos labios.
Cuando empiezo a recorrer tu boca te sorprendes al sentir como introduzco en tu boca un poco de leche que llevo en mis dedos.

Te doy un beso y nuestras lenguas comienzas a mezclarse y empujarse la una contra la otra, después se entrelazan y se juntan, la leche se esparce por el interior de tu boca y la devoramos a partes iguales.

Cuando ya hemos devorado mi leche en los labios me besas y después continúo descendiendo besando apasionadamente tu cuello hasta llegar a tu pecho.

Permanezco un par de segundos quieto, contemplando la forma tan preciosa que tienen tus senos, tus pezones aún están mojados debido a la leche que ha ido a parar allí hace unos segundos. El jenjibre está haciendo efecto y deseas que te penetre.

Me acerco a tus pechos. Es maravilloso ver como tus pechos suben y bajan al ritmo de tu respiración agitada, y soplo suavemente en tus húmedos pezones…al sentirlo te estremeces y jadeas…

Pero antes de lanzarme a devorarlos quiero cubrir el resto de tu cuerpo…voy a convertirte en el postre mas perfecto.

Echo un poco de nata por tu tripa, solo un poco, lo justo para formar una línea recta que pase por tu ombligo y llegue a tu pubis, después echo un poquito de nata en tus caderas…pero para variar un poco dejo la nata y cojo Mousse de chocolate, la tomo con mis dedos y la esparzo lentamente por la zona de tu pubis hasta cubrir casi por completo esa pequeña zona…

Luego cojo el poco de Mousse que queda en el envase y lo reparto por tus muslos.

Cuando he terminado me detengo en observarte durante unos segundos. Estás irresistible con la leche , la nata y la Mousse cubriendo tu maravilloso cuerpo y tus espectaculares formas.

No puedo resistir la tentación y saco mi cámara de fotografias. Te inmortalizo en este estado, para poder recordar en otros momentos. Es una imagen muy erotica y sensual.

No puedo esperar más para devorar hasta el último rincón de tu piel, así que me inclino sobre ti, empezaré por tus pechos y luego iré descendiendo recorriendo con mi lengua tu piel.

Comienzo por uno de tus senos, paso mi lengua por encima de la leche que esta sobre tu pezón. Te excita saber que estás con los pechos llenos de leche, y te los estoy chupando. Te imaginas la escena y se nota en tu respiración.
Decido que ya está bien, y te desato las manos. Rápidamente te dedicas a acariciarte tu sexo y tu ano. Tienes un tremendo placer en éste.

Decido variar un poco y me dirijo a la base de tu pecho, te doy un suave y profundo beso y mis labios se hunden hasta dar con tu piel, entonces saco mi lengua y con la punta presiono en tu pecho, tu gimes al sentir mi lengua.

Te vuelvo a dar un beso.

Sigo recorriendo tu seno con mi lengua, eliminando la leche que hay en la base de tu pecho…continúo recorriendo esa zona de tu pecho con mis lametones mientras tu suspiras, yo me dedico a quitarte toda la leche que encuentro, y cuando ya he terminado con esa zona de tu pecho me dirijo a la parte de arriba para acabar con tu pezón.

Paso mi lengua por encima de la nata y después la quito con otro lametón, luego comienzo a esparcir la nata que queda por tu pecho con mi lengua para así poder lamer tu piel de nuevo, me encanta ver como mientras tanto tu jadeas y suspiras por el placer que estás sintiendo.
Cuando solo queda nata por la zona de tu pezón me dirijo ahí y comienzo a lamer la aureola de tu delicioso pezón, lo hago suavemente, disfrutando del sabor de tu piel mezclada con la dulzura de la nata. Por fin introduzco tu pecho en mi boca y comienzo a chuparlo y lamerlo muy dulcemente, pero sin tocar el pezón aún, voy chupando y lamiendo todo tu pecho.
Después quito por fin lo que quedaba de nata con un intenso lametón, y cuando tu pezón esta al descubierto comienzo a jugar con el con mi lengua, lo acaricio con mis labios y le doy pequeños golpes con la punta de mi lengua que te llenan de placer.
Ahora me dirijo a tu otro pecho, pero este quiero devorarlo de otra forma, mucho más lujuriosa y apasionada. En un arranque de deseo me inclino y empiezo a devorar con ansias tu pecho, recorriendo lleno de pasión tu piel con mis labios y mi lengua e introduciendo tu seno lleno de nata en mi boca para dedicarme a él con mi lengua, y después chupar y succionar tu pezón durito lleno de lujuria.
Después vuelvo a besar y lamer tu pecho con mucha pasión y sensualidad, mis besos húmedos y el contacto de mi lengua hacen que te estremezcas…
Me encanta verte tan excitada, sigo descendiendo por el centro de tu cuerpo, surcando con mi lengua la línea de nata que voy esparciendo ligeramente por tu tripa hasta llegar a tu ombligo.
Entonces rodeo tu ombligo con mi lengua a la vez que voy lamiendo toda la nata que ha quedado esparcida por tu tripa…cuando he terminado beso tu piel, recorriendo con mis labios tus caderas también y tu pelvis, formando círculos en tu estomago con mis labios y mi lengua hasta que vuelvo a llegar a tu ombligo…
Entonces me dirijo a tus piernas cubiertas con un poco de Mousse, concretamente al interior de tus muslos y la zona de las ingles.

Comienzo a subir lentamente desde tus rodillas por la parte interna de tus muslos, lamiendo la Mouse con mi lengua cálida y húmeda, lo hago muy despacito navegando con mi lengua por tu piel muy lentamente, a medida que acerco a tu sexo noto como tu excitación aumenta y tu respiración se acelera más mientras sientes como mi lengua se aproxima a tu intimidad…después repito lo mismo con tu otra pierna y subo por el interior de tu muslo recogiendo la Mouse con mi lengua y besándote, y cuando llego a tu sexo me detengo y comienzo a besar y lamer todas las zonas de tu piel que están cerca, casi rozo con mi lengua tus labios mayores, pero me detengo antes de tocar esa zona y continúo besando y repartiendo mi lengua por tus ingles aunque tu me pidas que devore de una vez tu sexo…
Entonces me dirijo a tu pubis que también esta cubierto por completo con deliciosa Mouse de chocolate, intentas moverte un poco pero no puedes por los pañuelos que te atan de pies y manos, te contemplo durante un instante y después dirijo mis labios hacia tu monte de Venus, te beso justo en el centro y entonces saco mi lengua y con ella comienzo a recorrer tu pubis en todas las direcciones, lamiendo así el chocolate que cubría tu suave piel.
De vez en cuando voy apretando ligeramente con la punta de mi lengua en tu piel, y al hacerlo tu jadeas de placer, entonces dirijo mi lengua hacia abajo acercándola mucho a tu clítoris y a la entrada de tu sexo ardiente, con mi lengua masajeo esa zona sin llegar a introducirla más, solo quedándome en la entrada, al hacerlo tu abres los labios y gimes.
Cuando ya he terminado de lamer toda la Mouse y he vuelto a dejar tu pubis completamente libre me levanto y cojo algo de la mesilla.
Permanezco callado durante unos instantes y tu que no sabes que ocurre te impacientas un poco, estás muy caliente como para que ahora me pare de nuevo y te deje así, quieres que continúe saboreándote y que ahora devore el plato principal…
Te pido paciencia y te aseguro que vas a gozar como nunca.
Primero quiero asegurarme de que estás muy caliente antes de seguir, cojo un poco de Mouse que había sobrado con un dedo y lo acerco a tus labios, de inmediato abres tu boca para dejar que mi dedo entre, entonces lo chupas y lo lames muy sensualmente.
Yo voy descendiendo con mi dedo húmedo por tu cuerpo, desde tus labios paso mi dedo por tu cuello, después surco tu pecho separando tus dos senos y continúo bajando por tu tripa, pasando por encima de tu ombligo y después por tu pubis nuevamente hasta que por fin llego con mi dedo a la entrada de tu sexo…
Me detengo ahí durante unos segundos y te observo, estás muy excitada y jadeas con tus preciosos labios ligeramente abiertos. Decido no hacerte esperar más, quiero comprobar si estás tan húmeda y caliente como quiero.
Así que bajo hasta tu clítoris acariciándolo con todo mi dedo suavemente, un primer gemido escapa de tu boca cuando lo sientes, con delicadeza deslizo ese dedo hasta separar tus labios mayores y encontrar la entrada a tu recinto, toda la zona está muy húmeda.
Muevo mi dedo en círculos, explorando la entrada de tu vagina, y lentamente comienzo a invadir tu interior introduciendo mi dedo todo lo que puedo.
En cuanto notas como mi dedo penetra en ti gimes muy profundamente y te retuerces ligeramente, todo lo que te permiten los pañuelos que te atan, mueves tu pelvis acercándola mas para que la penetración sea mas profunda aún.
Una vez dentro mi dedo explora tu interior, estás muy caliente, y cada nuevo roce en tu intimidad hace que un gemido más salga de tus labios, me pides que no pare.
Pero aún no he terminado, saco mi dedo y me acerco mas a ti quedándome sentado en la cama delante de ti, entre tus dos piernas, justo frente a tu sexo…

Entonces tomo mi miembro con una mano, sigue tan duro y erguido como antes, lo tomo por el tronco y lentamente acerco la cabeza de mi sexo a tu intimidad.
Una vez allí empiezo a pasar la punta por tu vagina, primero por encima de tus labios mayores y después aprieto un poco más y separo tus labios.
Empiezo a restregar la ancha punta de mi miembro en la entrada de tu sexo, la muevo de arriba abajo presionando ligeramente pero sin llegar a penetrarte aún.
Tu gimes cada vez mas rápido y me pides que te la meta de una vez porque no puedes más.
Te pregunto si estás muy caliente, me dices que estás ardiendo y que te la meta ya.
Entonces me detengo y dejo de restregar mi miembro en tu sexo, antes de que puedas quejarte tomo un bote de yogurt de fresa, y sin darte tiempo a decir nada echo todo el yogurt en mi mano y con mis dedos lo unto en tu sexo…
El yogurt esta helado y entrar en contacto con tu sexo que está ardiendo el placer que te produce es inmenso, yo simplemente me quedo contemplando como te retuerces de placer en el colchón y gimes mientras el yogurt se desliza lentamente dentro de ti.
Creo que te he hecho esperar demasiado y ahora toca recompensarte, así que sin esperar más me inclino sobre tu sexo y comienzo a devorarte y a lamer el yogurt con lujuria, introduzco mi lengua caliente que se mezcla con el yogurt frío, y comienzo a moverla dentro de ti abarcando todo tu interior y dándote todo el placer que te prometí, lamo una y otra vez tu sexo y meto mi lengua dentro de ti lamiendo todo el yogurt que esta esparcido en tu interior, después pongo dura mi lengua y comienzo a meterla y sacarla de tu sexo como si te estuviera penetrando.
Luego me dirijo a tu clítoris y comienzo a jugar con él en el interior de mi boca, le doy pequeños golpecitos y lametones que te hacen sentirte en la gloria, mueves tus caderas y tus pies mientras gimes fuertemente y te sujetas al cabecero de la cama con tus manos atadas.

Mientras succiono y chupo tu clítoris dirijo un par de dedos a tu vagina y los mete tan profundamente como puedo, comienzo a moverlos dentro de ti y entonces lo saco y los meto cada vez mas rápido mientras con mi boca aún continúo dedicándome a darte placer en tu clítoris y mis dedos se ocupan de tu vagina.
Tus gemidos cada vez mas acelerados y los movimientos de tu cuerpo avisan de que estás a punto de correrte, en ese momento me detengo y saco mis dedos de ti.
Me pides que no pare ahora, no soportarías que te dejara con las ganas ahora que estás a punto de estallar de placer.
Yo no te respondo, solo me limito a inclinarme sobre ti y besar tus labios, después beso tu cuello mientras coloco la punta de mi sexo en la entrada de tu vagina, y luego introduzco de un solo golpe mi miembro en tu interior, lo hago con suavidad pero con firmeza.
Mi ancho miembro, enormemente duro y muy caliente, entra en ti abriéndose paso en tu interior hasta que queda completamente metido por completo en tu sexo, te penetro de forma muy intensa…entro en ti poco a poco pero sin detenerme y tu vas sintiendo como mi miembro va metiéndose hasta llenarte por completo.
Al notar como mi pene entra en ti y te la meto con fuerza de un solo movimiento gritas de placer y te corres sintiendo como te penetro profundamente, como mi sexo entra en ti y te invade centímetro a centímetro hasta que acaba por completo dentro de ti, volviéndote loca de placer mientras te hago mía.
Arqueas la espalda mientras sigues gritando y gimiendo con fuerza, yo te abrazo y sigo besando tu cuello disfrutando de cómo jadeas mientras te corres, dejo mi miembro erguido y completamente tieso dentro de ti, y tu continúas gimiendo y disfrutando del orgasmo tan intenso y placentero que te había prometido.
Poco a poco tus gemidos se van suavizando hasta convertirse en jadeos, y tu cuerpo se va relajando el orgasmo que has tenido, cierras los ojos mientras yo mordisqueo dulcemente tu oreja y dirijo mis labios a tu boca, entreabres tus labios y nuestras lengua comienzan a moverse entrelazándose entre ellas y enredándose con pasión.
Hoy no pienso dejarte descansar…poco a poco comienzo a mover mi cintura, y mi miembro que hasta entonces permanecía quieto dentro de ti comienza a entrar y salir de tu intimidad. Sonríes y empiezas a jadear de nuevo, devoro tus labios y luego me dirijo hacia tus pechos a la vez que continúo penetrándote con mi ancho pene, durante unos instantes lo saco y paso la punta por tu interior pero sin llegar a introducírtelo, frotando con la húmeda punta tus labios mayores, después lo vuelvo a meter con la misma firmeza de antes, introduciendo lenta y profundamente mi miembro en ti, luego comienzo a penetrarte cada vez con mas rapidez, aumentando poco a poco el ritmo con el que te doy placer mientras devoro tus senos, los chupo y los succiono lujuriosamente para después dedicarme a lamer y recorrer una y otra vez tus pezones con mi lengua.
Dios me encanta tenerte así, vendada y completamente inmovilizada, no puedes hacer nada, solo dejarte hacer y disfrutar del placer que te doy. Mientras tu permaneces atada y vendada sin poder moverte yo te penetro y te devoro como quiero…
Después de terminar de saciarme con tus pechos me incorporo, y sigo penetrándote sentado de rodillas en la cama, pero ahora quiero cambiar de postura…
Cojo una tijeras y corto rápidamente los pañuelos que ataban tus tobillos a las esquinas de la cama, sin dejar que te muevas tomo tus dos piernas y las pongo juntas hacia un lado, tu permaneces inmovilizada de manos y te dejas hacer.
Cuando tus dos piernas están juntas tu maravilloso culito queda completamente a mi vista, me acerco de nuevo con mi miembro y lo introduzco en tu sexo a la vez que con mi manos acaricio y magreo tus nalgas, la posición hace que la penetración sea mucho mas profunda, y mi erguido y caliente miembro entra muy fácilmente en ti hasta que se pierde por completo en tu sexo.
Comienzo a penetrarte cada vez mas rápido y con mas fuerza, me vuelvo a inclinar sobre ti y así la penetración es aún mas intensa, gimes y jadeas mientras entro y salgo de ti cada vez mas rápido.
Beso tus labios, con una de mis manos sujeto tus piernas para que permanezcan juntas mientras que con la otra sobo tus nalgas una y otra vez.
Devoro a besos tu cuello y tus hombros, vuelves a estar muy caliente de nuevo y yo siento que voy a estallar.
Me vuelvo a incorporar y mientras permanezco sentado de rodillas en la cama tomo tus piernas por los tobillos y las levanto, las mantengo en alto cogiéndolas por los tobillos y encargándome de que permanezcan juntas.
Sin esperar más me acerco a ti, tu aprietas un poco mas los muslos, yo te penetro intensamente, al estar tus dos piernas juntas en esta posición la penetración es muy profunda…muy intensa, tus piernas juntas hacen que el placer al penetrarte sea mucho mayor para los dos.
Comienzo a coger ritmo y a bombear cada vez mas rápidamente mientras mantengo tus piernas en alto e introduzco mi grueso miembro todo lo que puedo en ti.
Mientras comienzo a aumentar el ritmo acaricio y beso tus tobillos suavemente, tu gimes cada vez más rápido mientras entro y salgo de ti, tus pechos se mueven arriba y debajo de forma maravillosa al mismo compás.
Entonces coloco tus piernas sobre mis hombros, una en cada hombro, y te tomo por las caderas para aumentar aún mas el ritmo, entro y salgo de tu caliente interior, el placer es inmenso y me uno a ti en los gemidos, de pronto me inclino sobre ti de nuevo pero esta vez para cortar los pañuelos que te ataban las muñecas, entonces me rodeas con tus piernas y en cuento tus manos se ven libres las lanzas sobre mi cuello y atrapas mi espalda. Me abrazos yo me inclino sobre ti, comenzamos a besarnos lujuriosamente, mientras aún llevas el pañuelo de seda con el que estás tan sexy.
Con tu piernas comienzas a acariciar mis nalgas y tus manos frotan mi ancha espalda con pasión, intentas darme la vuelta para tumbarme en la cama.
Y cuando ya estoy tumbado te pones encima y comienzas a moverte sobre mi, cabalgándome de forma frenética, te sientas sobre mi miembro enormemente duro y tieso y comienzas a botar rápidamente a la vez que acaricias con tus manos mis pectorales y mis abdominales.
Nuestros gemidos aumentan a cada segundo que pasa, yo estoy a punto de estallar de placer, la vista de tus maravillosos senos botando al ritmo que te mueves es demasiado tentadora y no puedo resistirme a levantar mi espalda y comenzar a devorar tus pechos mientras tu llevas una mano a tu clítoris y comienzas a frotarlo lujuriosamente.
Introduzco tus senos en mi boca y comienzo a lamerlos y chuparlos, tus pezones están durísimo y yo e encargo de humedecerlos con mi lengua para después succionarlos.
Coloco una mano en tu espalda y con la otra busco tu clítoris, allí me encuentro a tu mano que ya lo está frotando.
Pero en lugar de quitar tu mano decido unirme a ella, quiero que te masturbemos los dos juntos, comienzas a gemir cada vez mas fuerte sintiendo como froto y acaricio tu clítoris mientras continúas moviéndote arriba y abajo sobre mi grueso miembro.
Ya no puedo aguantar mas, te hecho hacia un lado y otra vez termino encima de ti, tu subes tus piernas sobre mi espalda para que la penetración sea mas profunda aún, yo comienzo a embestir introduciendo mi miembro en tu sexo húmedo, se desliza muy suavemente dentro de ti llenándote por completo.
Nuestros gritos de placer aumentan y sin poderlo evitar me corro entre jadeos, derramo mi líquido caliente dentro de ti inundándote por completo. Tu gimes y al sentir como me corro en ti no puedes evitar comenzar a correrte tu también. Me aprietas fuertemente contra ti mientras cierras los ojos y gimes con fuerza, yo te acaricio y te beso suavemente en el cuello mientras me recupero del orgasmo y mientras tu aún tiemblas un poco por la intensidad del último.
Exhaustos nos tumbamos en la cama y nos abrazamos.