Vistas de página en total

Declaración de amor cornudo


Sueño contigo, con que de verdad existes y te he encontrado.

Sueño que por fin puedo "declararme", decirte cuánto te amo y te amaré, de por vida. Sin límites. Porque tú me habrás dado la vida, me habrás hecho nacer como hombre a una nueva vida. Porque hasta ahora vives porque vives, porque te han traído a un mundo al que no le encuentras sentido porque naces para morir y lo ves todo con una una rutina animal, vegetal, sin sentido.
Porque esa vida no es vida pues todo es monótono, previsible y rutinario, hasta que envejeces y esperas la muerte. Y así malvives un día con otro, sin esperanza, al saber que te toca vivir porque sí, sin encontrarle el aliciente, ni la esperanza de encontrarle un sentido. Y así vegetas, comes, duermes, sueñas y despiertas a un nuevo día que ya sabes cómo será de la mañana a la noche. Sin esperanza de levantarte con la ilusión de vivir cada segundo del día porque la mujer soñada a la que amar incondicionalmente no existe. Sabes que no existe, porque todas son vulgares, verduleras que gritan. O que te creen un enfermo cuando les cuentas tus fantasías. O les falta clase, estilo y distinción para poder admirarlas por entero. Para adorar hasta sus sobacos.  


Y así malvives hasta que un día aparece de pronto ella; una mujer inteligente con una arrolladora personalidad, carácter, estilo, clase y elegancia. Un ser exquisito que desprende un halo de belleza interior y un carácter de mujer segura de sí misma que la hace bella, irresistible, y con una belleza que te iluminan la vida con su sola presencia. Una chica excepcional, divina, que te hace sentir mariposas en el estómago. Una mujer muy lúcida de armas tomar, pero dulce, muy dulce, aunque segura de sí misma. Que sabe lo que quiere, lo que busca, lo que requiere, lo que espera de la vida. Lo que se merece. Sencillamente: que la adoren.
 

Que todos sean sus sumisos. Porque tú has nacido para ser adorada y es justo y cabal que lo exijas porque es de justicia que así sea. Lo mismo que es justo acabar con la pobreza y darle a cada uno lo que le corresponde, es justo que tú, mi Diosa recibas la adoración que te mereces porque has nacido para ser Diosa, para ser amada incondicionalmente y sin recato. Porque un segundo a tu lado es una eternidad, aunque sea en la distancia.
Aunque todo sea un sueño y mañana despierte a la realidad. Pero mientras tanto sueño que existe, que eres, que estás y que yo me entrego a ti para ser tu más sumiso esclavo cornudo. Para adorarte, cogerte en brazos, llevarte al baño, bañarte, secarte y cogerte de nuevo en brazos para llevarte a la cama y vestirte prenda a prenda adorando cada parte de tu cuerpo. Porque te lo mereces. Porque es de justicia que yo sea tu sumiso cornudo. Porque es natural, lógico y justo. Y humano. Sobre todo es de justicia que tú tengas un esclavo sumiso cornudo como yo. Si no lo tuvieras te faltaría algo. No estarías completa. Tú has nacido para eso y es lógico, natural y consecuente que lo tengas. Tan natural como la lluvia o una puesta de sol. Porque sueño que fue conocerte y cambiar mi vida. Como si un huracán arrasara con todo, como si un vendaval de dicha y felicidad abriera de golpes las ventanas de mi opaca vida y lo llenara todo de aire fresco, de vida. Fue conocerte y cambiarlo todo; cambiar mi forma de entender la vida al comprender que la vida está en ti, que tu eres el sentido de la vida. Porque sueño que te quiero, amor mío, y desde el primer día que te conocí supe que sería tu sumiso cornudo. Siempre lo he sabido. Siempre te he buscado. Es irremediable, es inútil luchar contra ello porque tú terminas por imponerte sobre mí pues si tú has nacido para gobernarme, yo he nacido para ser tu sumiso cornudo. Afortunadamente. Porque amarte y ser tu sumiso cornudo, para entregarse a ti, es una vocación, un estilo de vida, una dedicación absoluta que se vive y disfruta segundo a segundo. Y sueño que lo has cambiado todo en mi vida y no sólo mi forma de vivir, sino mi forma de ser, de pensar, de entender la vida. Has conseguido que vuelva ser hombre, aunque resulte paradójico. Porque con tu estricta severidad y tu dulce instrucción, me haces recordar que he nacido para amarte, para entregarme a ti y para adorarte por el resto de mi vida. No sé a dónde me vas a llevar, pero ya me he comprado el pañuelo porque quiero ir de tu mano y con los ojos cerrados a donde quieras llevarme, amor mío. Sin miedo, con seguridad, sin impedimento alguno. 


Voy de tu mano a rebasar todos los límites que tú quieras, a donde quieras llevarme, al amor absoluto y total, a la entrega incondicional. Porque te amo profundamente, porque contigo la palabra amar significa más que un “te quiero”; significa entrega y sumisión a tus caprichos y entregarse a un amor absoluto y definitivo. Total, sin límite, sin miedo, sin recato. Porque ser tu sumiso cornudo me hace hombre, me hace renacer, me hace sentirme vivo. Porque no concibo otra forma de vida que no sea la de ser tu sumiso, la de aceptar tu voluntad, la de adorarte, la de no tener ningún derecho sobre ti y ser tu fiel esclavo cornudo mientras tú eres inmensamente libre. Es de justicia: tu libre y yo esclavo. Es normal, lógico y consecuente. Ley de vida. Porque te amo. Porque lo aceptaría todo de ti  como símbolo de que mi amor por ti no tiene límites y rompe todas las barreras sociales. Aunque nadie lo entienda. Da igual. Y por eso te suplico que me ates más a tu amor por ti porque no quiero tener ningún derecho. Sólo obligaciones; la deliciosa obligación de servirte, adorarte y darte placer porque mi placer es ver que tú lo tienes. 

Y porque adorarte y amarte es un privilegio y todo lo que graciosamente quieras darme lo aceptaré como un generoso gesto tuyo, al que no tengo derecho. Renuncio a todo. Y acepto lo que gentilmente quieras darme, ya sea un beso o el privilegio de verte con otro. Pero esa decisión será siempre tuya y no te suplicaré nada, excepto que me dejes mirar cómo me haces cornudo, cómo me humillo ante ti al entregarte mi bien más preciado: mi dignidad como hombre. Mi orgullo de macho. Porque para mi los cuernos son un signo de amor, de entrega, de que te lo doy todo: hasta lo más preciado que tiene un hombre. Así que reconozco que no tengo absolutamente ningún derecho sobre ti, ningún privilegio, y que mi vida estará dedicada exclusivamente a servirte porque mi única misión será esperar a que mi Diosa se digne concederme una satisfacción. 

Lo acepto. 
Y estaré en castidad absoluta y sin que ninguna mujer me toque, mientras que tú follas con quien quieres, donde quieres y cuando quieres, porque yo te daré y doy las gracias por hacerme cornudo. Porque voy a ser el mejor cornudo y luciré tus cuernos con orgullo y dignidad, con la esperanza de que me regales con asiduidad el premio de llamarme “mi cornudo” o “mi marido cornudo”. Porque que no me lo llames, que no pueda oírlo de tus labios, sí que será mi mayor castigo. Y porque será un honor dormir sobre las sábanas donde has follado con tus amantes y limpiarte el coño de su semen. O poner su polla en tu coño y lamerles los huevos para que sienta más placer y te puedan follar mejor. Para que me humilles ante ellos, se exciten y puedan follarte mejor y darte más placer. Todo por ti, por tu amor, por tu placer, porque amarte es vivir y ser tu sumiso paladear la vida, tu vida, y disfrutar el privilegio de respirar el aire que tú respiras.  

Porque eres la vida, porque un sencillo gesto como apoyar la cara sobre tu coño y estar ahí quieto, me lleva a perder la noción del tiempo, sentir la felicidad plena segundo a segundo, y comprender que sólo puedes decir que has vivido si se te ha amado y lo has experimentado, si has tenido tu cara pegada al coño de tu Diosa y el tiempo se ha hecho eterno. Porque esa es la eternidad, amor mío.  

Porque ya te quiero, amor mío. 

Te amo.